En tiempos de incertidumbre, donde no sabemos qué será de nosotros el día de mañana, donde parece que no existe mañana que valga la pena, donde cualquier cosa que hacer se siente como una sinrazón, está el otro lado de las cosas. Ese lado donde ese sin parar al que llamábamos vida nos impedía vivir, valorar lo verdaderamente importante, eso que creíamos tan seguro que omitíamos darle esa importancia que hoy solo lamentamos no habérsela dado.
Necesitábamos un parón, uno de verdad, que nos permitiera escuchar qué es lo que grita nuestro interior, qué somos, enfrentarnos a nuestra verdadera cara, a nuestros complejos, sin tener esa calle como refugio donde el ruido callara nuestra mente, teniéndonos solo a nosotros y a nuestra soledad.
Necesitábamos un parón que nos permitiera pasar tiempo con nuestros familiares, esos a los que por culpa de la rutina muchas veces los sentíamos tan lejos aun estando tan cerca.
En estas situaciones es cuando me pregunto qué es lo que verdaderamente separa; la distancia o las excusas. Porque en tiempos donde la distancia parece ser un delito es lo que más ganas de infringirlo produce.
Somos una raza egoísta por naturaleza; egoísta e ignorante. ¿Hasta qué punto hemos tenido que llegar para valorar algo tan básico como tener la libertad y la tranquilidad de poder ir a ver a tu abuelo sin poder causarle una enfermedad que acabara con su vida?
Estoy completamente segura de que el mundo ha cambiado, lo que no estoy tan segura es si nuestra mente lo ha hecho.
¿Volveremos a olvidar lo verdaderamente importante?
Macarena Galán Zarza
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