Te debo un poema sin rima
Necesito hablar de ti,
sin las cuadrÃculas con las que te encierro,
sin mordaza que me impida hablar.
¿Sabes? Mi visión era egoÃsta.
CreÃa que sólo eras mi amiga,
pero el tiempo me enseñó
que te tenÃa que compartir,
y la vida me lo demostró
en cada lección que me dio.
Qué caprichosa es la vida,
quiere que te comparta
pero a la vez nunca me abandonas.
Te conocà con unos trece años,
y ya antaño descubrÃ
que Ãbamos a ser buenas amigas.
Te convertiste en mi realidad,
cuando todo se volvió gris,
cuando fui dada de lado,
cuando fui machacada,
cuando fui exigida,
cuando temà la muerte,
cuando temà la enfermedad,
cuando temà la soledad,
cuando temà la locura,
ahà estabas tú.
Es gracioso, desde luego
no me dejabas llorar,
pero a la vez eras la que me causaba las lágrimas.
¡Y cuánto añoro los tiempos,
en los que mi corazón aún de carne,
me dejaban consolarme!
En tiempos como estos lo añoro.
Añoro llorar.
La piedra me ha consumido,
pero tú sigues conmigo.
Creà que el momento de nuestra despedida
fue tiempo atrás.
¡Ya nada era cuesta arriba!
Ya no mentÃa al dar palabras de ánimo.
Pero en el fondo,
sabÃa que podÃa contar contigo.
Has sido mi sombra
durante tantos años
que puedo llamarte amiga.
La amiga que ya no me trataba
y que sin embargo
sabÃa que estarÃa deseando volver a verme.
Hoy te he visto de nuevo,
y no ha sido placentero.
Llevo viendo cómo te acercas
todo este tiempo.
Supongo que siempre fuiste una parte de mÃ.
Todo me recuerda a tiempo anteriores,
decepción, soledad, miedo y muerte.
He vuelto a desear que se acabe el dÃa,
porque lo que quedaba me aburrÃa,
y he vuelto a desear que la noche llegue
para poder soltar las lágrimas que escondo,
pero algo ha cambiado.
A pesar del peso de mi corazón,
y de la angustia que siento,
no puedo llorar.
Esto es lo que te define:
no eres tristeza, eres apatÃa, vieja amiga.
Ahora entiendo a mi familia,
también eres su amiga.
También entiendo a los cantantes.
Ellos tal vez no sepan quién eres,
pero yo sÃ.
Eres la sombra tras las rupturas que muchos cantan,
la sombra tras la muerte,
la sombra tras la soledad y el aislamiento,
la sombra tras el sinsentido,
la sombra tras la locura,
la sombra tras los incomprendidos.
Una sombra que se alimenta de mÃ.
Un parásito que no me deja vivir.
Una maldición que es crónica.
Eres la perdición.
PÃdele a la vida por mÃ,
que ya no tengo fuerzas,
que deje de darme lecciones,
ya han sido suficientes.
Asà es tu poema, sin rima,
sin nada que te detenga,
sin color ni alegrÃa,
sólo tú,
un mero fantasma que nunca se va.
MarÃa Aguilar GarcÃa