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Perdido en su mirada

…Y sentí que me miraban. No me paré a comprobarlo. Quería pensar que aquellos ojos, negros como el carbón, a juego con sus pantalones, estaban clavados en mí.

No quise comprobarlo por miedo a que fuese una ilusión, una mentira, un sueño. No me sentí incomodo, aquellas dos perlas negras me miraban, pero nunca me incomodaron.

“Cuando dejé de notar su fulgor en mí, entonces es el momento”, y así fue, ella dejó de mirarme y entonces lo hice yo -ya lo había hecho en más ocasiones, pero esta me resultaba especial, intensa, preciosa- hasta que, envuelto en tal inmenso placer descubrí el porqué de la intensidad de esa mirada y es que, ella también me miraba, nunca había dejado de mirarme y yo, bobo de mí, perdido en su mirada...


Anónimo


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